CARROMERO.-
Compartiendo la alegría que debe reinar
entre familiares y amigos de este chico, me congratulo de la gestión que el
Gobierno de España ha hecho del siempre delicado tema de la diplomacia con los
regímenes dictatoriales de países totalitarios declaradamente objetores de los
derechos humanos como lo es Cuba.
Si me apellidase Borbón, diría que me
llena de orgullo y satisfacción ver cómo la diplomacia española ha conseguido
sacar de las mazmorras castristas a un conciudadano, trayéndolo a la madre
patria, para devolverle una libertad de la que nunca debió haber sido privado;
confiando que, a partir de ahora, se ponga el mismo celo en recuperar a todos los
compatriotas que purgan sus penas en cárceles tercermundistas, condenados en
simulacros de juicios donde la corrupción alcanza desde el juez al abogado,
pasando por la policía y los testigos.
Insisto, me alegro de que Angel
Carromero haya recuperado su libertad, más cuando ese bien no debería perderse
sino después de un proceso con todas las garantías, cosa que no ocurre en este
caso, lamentando únicamente que este esfuerzo diplomático encuentre su
justificación únicamente en la personalidad del sujeto y sus relaciones con el
Gobierno de la Nación
y no en la obligación de amparo y defensa que los estados tienen de sus
nacionales cuando son atacados en sus personas o bienes por gobiernos
extranjeros. Y, en tanto esto no ocurra, es lógico que se alcen voces
denunciando la desigualdad de trato, que no es más que el reflejo o la
consecuencia de la desigualdad ante la ley, promovida desde las instituciones
mismas que, como poso de revoluciones pasadas, se ha dado el pueblo para
defenderse frente al abuso de quienes históricamente venían detentado el poder.
Por todo ello, no reprocho al Gobierno
que haya conseguido la extradición de Carromero, ni que le haya otorgado el
tercer grado penitenciario. Le reprocho que no esté haciendo el mismo esfuerzo
con el ingente número de españoles que hay repartidos en cárceles del sudeste
asiático, Iberoamérica o África. Chicos y chicas tan dignos de recuperar como
al propio Ángel, cuya única diferencia es la de no tener una amistades tan
influyentes.
Poco hemos avanzado si aún hoy en día
sigue vigente aquello tan rancio de que "el que tiene padrino, se
bautiza".
POR ANGAR